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giovedì 24 aprile 2025

El Evangelio de la Educación .

 


El 

Testamento Pedagógico 

del Papa Francisco

para 

la escuela del futuro

 

-         por Antonio Fundarò

 

Hubo un tiempo –el nuestro– en que hablar de misericordia parecía un signo de debilidad, de ingenuidad, casi una rendición ante la dureza del mundo. En aquel momento llegó un Papa “del fin del mundo” que, con una voz suave pero radical, dio vuelta el paradigma. El Papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, no sólo fue el 266° sucesor de Pedro, sino un auténtico maestro de humanidad, que devolvió a la palabra “educación” su antigua sacralidad: educere, es decir, “hacer surgir”, generar vida.

Nacido en Buenos Aires en 1936, jesuita de vocación, sacerdote de servicio, Francisco abrazó la pedagogía del evangelio (un enfoque educativo inspirado en el mensaje y la figura de Jesucristo) con la sabiduría del corazón. En él se encontraron el rigor de la inteligencia y la dulzura de la mirada, la firmeza de la doctrina y la revolución de la ternura. Su fuerza nunca estuvo en la condenación, sino en el abrazo. Propuso al mundo, y en particular a la escuela, una nueva gramática educativa: menos basada en los contenidos y más fundada en las relaciones, menos centrada en el rendimiento y más en el cuidado personal.

Su lenguaje era claro y directo, apropiado para niños y profesores, creyentes y no creyentes. Sus cartas al mundo escolar, sus llamamientos a los docentes, las palabras pronunciadas durante los encuentros con los jóvenes han esbozado una visión de la educación como herramienta de regeneración social. No se trata de construir ejércitos de expertos, sino de formar conciencias libres, conscientes, capaces de «llorar por los que sufren», como a él mismo le gustaba decir.

En su pensamiento educativo, la escuela nunca ha sido una institución neutral, sino un laboratorio de la humanidad. “Educar –dijo– es un acto de amor, es dar vida”. Y otra vez: “No se puede educar sin pasión”.

Sus palabras no pertenecen sólo al ámbito eclesial. Pertenecen a toda la humanidad. Por eso hoy, a la luz de su enseñanza, es necesario recoger su legado de forma viva, como brújula para toda comunidad escolar que quiera educar con el corazón y con la mente, con rigor y con empatía.

El Papa Francisco ha señalado la escuela como el lugar del cambio posible. Y lo hizo no sólo con sus encíclicas y documentos oficiales, sino también con sus silencios, con sus gestos, con su elección de un estilo de sobriedad y de cercanía. No hay hoy pedagogía de la dignidad que no pueda inspirarse en su vida. Por eso, su ejemplo nos interpela, con fuerza y dulzura a la vez, a repensar la escuela como un espacio en el que nadie sea dejado atrás, nadie sea humillado, nadie sea olvidado.

Las palabras clave de su léxico educativo

El Papa Francisco ha construido un léxico educativo que, si bien se basa en la tradición evangélica, habla con fuerza a todas las escuelas del mundo, incluidas las escuelas seculares, multiculturales y plurales. Nunca propuso una enciclopedia de conceptos abstractos, sino un vocabulario del alma, basado en palabras sencillas, vivas, concretas, capaces de incidir en la vida escolar cotidiana: misericordia , cuidado , encuentro , fraternidad , periferia , escucha , ternura , dignidad . Cada término, en sus homilías como en sus gestos, se convierte en un pilar educativo para ser releído en clave pedagógica.

La palabra misericordia , corazón de su pontificado, nunca fue para Francisco sinónimo de indulgencia fácil. Más bien, se ha propuesto como fundamento de toda relación educativa: mirar al otro, incluso al estudiante más difícil, no a través de la lente del prejuicio o la evaluación, sino como portador de un misterio, de una historia, de una posibilidad. Misericordia significa suspender el juicio para abrirse a la comprensión; Significa acompañar sin sustituir nunca, orientar sin invadir nunca.

Cuidado es la otra palabra clave, que recuerda la etimología de la propia educación como acto que nutre y protege. Francisco invita a la escuela a convertirse en una comunidad que se haga cargo no sólo de las capacidades, sino de las fragilidades, de los afectos, de los sueños. La atención educativa se traduce en atención personalizada, escucha empática, planificación inclusiva. Es la superación definitiva de la educación transmisiva, en favor de una enseñanza generativa, que acompañe el desarrollo integral de la persona.

La fraternidad es la base de una escuela que no clasifica sino que abraza. En un tiempo dominado por la competencia, Francisco nos recuerda que todos somos hermanos. Esto tiene profundas consecuencias pedagógicas: el aula no es un ámbito de juicio sino un laboratorio cooperativo. La evaluación se convierte en una herramienta para el crecimiento, no para la exclusión. Las metodologías de enseñanza basadas en la cooperación, la tutoría entre pares y el aprendizaje haciendo encuentran su base ética en la fraternidad.

Y luego están los suburbios , que para Francisco no son sólo lugares geográficos, sino condiciones existenciales. Toda escuela que se precie debe ser capaz de mirar a sus periferias: a los alumnos desfavorecidos, a los repetidores, a los recién llegados, a los niños que no hablan, a los que molestan, a los olvidados. El Papa Francisco nos enseña que una escuela justa es aquella que sabe desplazar el centro de gravedad hacia los más alejados, porque ahí se juega la verdad de nuestra tarea educativa.

Ternura , finalmente, es la palabra que más ha escandalizado a los partidarios de una escuela fría e hiperracional. Pero Francisco tuvo el coraje de proponerlo con fuerza, definiéndolo como “la fuerza de los fuertes”. La ternura no es debilidad, es plena conciencia de la dignidad del otro. Enseñar con ternura significa mirar a los estudiantes no sólo como sujetos a educar, sino como personas a amar. Es una pedagogía del corazón, que no tiene miedo de ser humano, que sabe sonreír, consolar, esperar.

Traducir este léxico a la práctica escolar no sólo es posible, sino un deber. Un profesor que actúa según este vocabulario educativo no sólo enseña nociones, sino que muestra que la escuela es un lugar donde la cultura se hace carne, se hace relación, se hace esperanza. Y este es, quizás, el mayor legado que nos deja el Papa Francisco: la invitación a no temer el bien, a no tener miedo de la belleza, a no renunciar nunca a la humanidad. Ni siquiera en la escuela.

El “Pacto Educativo Global”: Un Manifiesto para la Educación del Siglo XXI

En 2019, el Papa Francisco lanza un desafío que es a la vez invocación, programa y profecía: el de un Pacto Educativo Global . Lo hace con palabras sentidas y visionarias, invitando a escuelas, universidades, familias, instituciones y religiones a una alianza educativa global, capaz de afrontar las heridas de nuestro tiempo: la soledad, la desigualdad, la guerra, la crisis ecológica y la de las relaciones. “Necesitamos –dice– el coraje de generar un cambio cultural, de construir juntos una civilización del amor”. Es un llamamiento pedagógico, pero también cívico, porque considera la educación la única vía verdadera para una regeneración del mundo.

El Pacto se estructura en siete compromisos educativos que, traducidos al lenguaje de la escuela, pueden convertirse en directrices para toda institución educativa, independientemente de su orientación religiosa o cultural. El primero es la centralidad de la persona , principio pedagógico por excelencia: cada alumno es único, irrepetible, digno. Significa reevaluar la educación personalizada, promover entornos de aprendizaje inclusivos y flexibles e invertir en el bienestar emocional de los estudiantes.

La segunda es escuchar la voz de los jóvenes , el verdadero corazón de la escuela. Francisco pide que los niños no sean sólo destinatarios, sino protagonistas de la educación. Esto requiere prácticas dialógicas, metodologías participativas, consejos de clase abiertos, asambleas en vivo y una enseñanza que cuestione el mundo real.

La tercera es promover la plena participación de las niñas y las mujeres en la educación , como motor de la libertad, la igualdad y la justicia social. Esto se traduce en la integración de cuestiones de género en la planificación educativa, prácticas docentes no estereotipadas y apertura a un modelo de liderazgo escolar inclusivo.

El cuarto es educar a la acogida y al encuentro , superando las barreras de la indiferencia. Una escuela acogedora es una escuela que sabe trabajar la cultura de la alteridad, la educación intercultural, el valor de la convivencia. En las aulas se puede enseñar geografía, historia, derecho y, al mismo tiempo, fomentar la empatía, la hospitalidad, la solidaridad.

El quinto compromiso es formar personas dispuestas a servir a la comunidad , promoviendo el sentido cívico y la ciudadanía activa. Educar para el bien común significa dar espacio a proyectos de voluntariado, de aprendizaje experiencial y de servicio. Se trata de sacar la escuela de sí misma para introducir la realidad en el currículo.

El sexto es promover una cultura del encuentro y del diálogo , contra la lógica del conflicto y de la sospecha. Aquí la referencia a la mediación, la no violencia y la gestión de conflictos dentro y fuera del aula es muy fuerte. La escuela puede convertirse en un lugar donde se aprenda a discutir sin odiar, a confrontar sin destruirse.

Por último, el séptimo compromiso: proteger nuestra casa común , el medio ambiente, como responsabilidad educativa. Es una invitación a aplicar Laudato si' en las prácticas escolares, a través de cursos de ecología integral, talleres ambientales, huertos educativos, proyectos verdes y, sobre todo, a través de un estilo de vida sustentable que se encarne también en la comunidad educativa.

El Pacto Educativo Global no es una utopía espiritual, sino un programa concreto, apto para cualquier escuela que quiera educar no sólo cabezas, sino corazones. Francisco llama a reconstruir la educación como espacio de alianza entre generaciones, culturas, mundos, para construir una nueva civilización. No propone recetas, sino un método: reunirse, mirarse a los ojos, cuidar el futuro.

Cada consejo de clase, cada directivo, cada profesor puede encontrar en este Pacto un mapa para orientar su misión. Porque, como nos ha recordado reiteradamente el Papa Francisco, la educación es siempre un acto de amor. Es dar vida .

Educar el corazón: la pedagogía de la ternura

En un momento en el que a menudo se invoca la escuela como lugar de disciplina, de competencia, de rendimiento, el Papa Francisco nos ofrece una palabra desconcertante, antigua y al mismo tiempo revolucionaria: ternura . Es uno de sus términos más queridos, a menudo acompañado de un gesto, de un abrazo, de una mirada que desciende del púlpito y se detiene a la altura de los niños, de los enfermos, de los excluidos. “La ternura es la fuerza de los fuertes”, dijo. Y es precisamente a partir de esta suave fuerza que puede comenzar una verdadera revolución educativa.

Educar con ternura significa construir una relación basada no en la autoridad jerárquica, sino en la confianza. El maestro ya no es sólo el que sabe, sino el que acompaña. Es un adulto que no tiene miedo de mostrarse vulnerable, que sabe estar al lado de sus alumnos en los momentos de crisis, que no se refugia tras la rigidez de la nota, sino que sabe reconocer el valor del esfuerzo, del crecimiento, de la transformación silenciosa. Él es quien sabe decir: “No te preocupes, intentémoslo de nuevo juntos”.

Esta pedagogía tiene su centro en la relación educativa , entendida como lugar de acogida incondicional. No hay aprendizaje sin una relación significativa. También nos lo recuerda la pedagogía contemporánea, desde la psicología humanista de Carl Rogers hasta la enseñanza inclusiva de la UDA: sólo quien se siente reconocido, amado, apoyado puede aprender verdaderamente. Francisco, sin recurrir a códigos académicos, nos transmite esta verdad con sencillez: «Educar es generar. Y para generar, hay que amar».

Otro elemento clave de esta visión es la valorización del error. La escuela de la ternura no castiga, sino acompaña. El error no es una falta sino un pasaje. Una oportunidad para levantarse de nuevo, para volver a intentarlo, para aprender en profundidad. Aquí es donde entran en juego metodologías de enseñanza que rechazan el nocionalismo y abrazan el proceso: aprendizaje cooperativo , experimentación , actividades de laboratorio, itinerarios de aprendizaje basados en competencias, rúbricas de evaluación como herramientas de reflexión y no de condena.

La pedagogía de la ternura también promueve la inclusión no como una obligación normativa, sino como un estilo del alma. Cada estudiante, en esta perspectiva, tiene derecho a ser visto, reconocido y acogido tal como es. Los Planes Educativos Individualizados, las Necesidades Educativas Especiales y las estrategias de diferenciación docente se convierten en instrumentos de justicia, no sólo de derecho. Para Francisco, la escuela justa no es la que da más a quien más tiene, sino la que se inclina sobre quien está en dificultad, como el buen samaritano al borde del camino.

Y luego está el tiempo. La escuela de la ternura no tiene prisa. Él sabe esperar. Rechace a toda costa la lógica de los plazos, de los programas a cumplir, de los objetivos rígidos. Es una escuela que se parece más a un paseo que a una carrera. Y en este viaje, el maestro es un compañero, no un juez.

En una época marcada por la ansiedad escénica, por las presiones evaluativas y por un lenguaje educativo a menudo belicoso (“probar”, “competir”, “clasificar”), el Papa Francisco propone una escuela que sepa escuchar , conmover y acoger . No se trata de renunciar a la autoridad ni a la competencia, sino de arraigarlas en la dimensión relacional y emocional. Porque, como dijo una vez: “Una educación sin corazón no es educación en absoluto”.

Esta visión interpela profundamente a quienes viven la escuela hoy. Nos pide que seamos testigos antes de ser maestros. Antes de ser transmisores de conocimientos, constructores de significado. Nos pide creer que cada estudiante, incluso el más difícil, incluso el más enojado, tiene una chispa dentro de él. Y nuestra tarea es protegerlo del viento, acogerlo en nuestras manos y ayudarlo a convertirse en luz.

El Papa Francisco y el tiempo de la escucha

Aprendamos a escuchar. El verdadero diálogo empieza con el silencio del corazón. Esta frase sencilla y profunda contiene una de las mayores revoluciones educativas propuestas por el Papa Francisco: la pedagogía de la escucha. En un mundo que grita, interrumpe y corre, el Papa nos recuerda que la auténtica educación nace cuando nos detenemos, callamos y escuchamos al otro. Es un gesto de humildad, de respeto, de amor. Y es también, hoy más que nunca, una urgencia pedagógica.

En sus reflexiones, Francisco ha insistido repetidamente en el valor de la escucha activa , no como un acto pasivo, sino como un acto transformador. Escuchar verdaderamente significa acoger al otro tal como es, sin querer inmediatamente corregirlo, modificarlo o encasillarlo. En la escuela, este principio se traduce en una práctica educativa que pone al alumno, sus necesidades, sus emociones, sus miedos, sus sueños en el centro. Significa reconocer que cada palabra que dice un estudiante, incluso cuando es incorrecta, contiene un fragmento de verdad.

La pedagogía de la escucha propuesta por el Pontífice invita a docentes y directivos a reconocer que toda relación educativa tiene dos protagonistas. El maestro que sabe escuchar es el que ha aprendido a no llenar cada vacío , a no temer al silencio , a dejar espacio para la historia del otro . Él es quien sabe pausar el programa para dar voz a un dolor, a una petición, a una confidencia. Es el educador que sabe que antes de la explicación viene la relación, antes de la evaluación viene la comprensión.

En términos metodológicos, esta visión se materializa en todas aquellas prácticas que estimulan la palabra en los estudiantes: círculos de conversación, enseñanza mediante preguntas, debates, entrevistas narrativas, autobiografías cognitivas, tutorías entre pares, escucha empática en las discusiones escuela-familia. Se materializa también en una evaluación dialógica, donde el voto no cierra, sino que abre una conversación. En una facultad capaz de cuestionar juntos, no sólo de deliberar. En una presidencia que sabe abrir la puerta en lugar de imponerse con circulares.

Para el Papa Francisco, escuchar es también un instrumento de justicia relacional . Aquellos que no son escuchados son excluidos. Y los que quedan excluidos terminan perdiéndose. En esto, la pedagogía de la escucha está profundamente ligada a la prevención del abandono escolar: un niño que se siente escuchado es un niño que existe, que encuentra espacio, que no se siente inútil. Y así sigue siendo. Permanezca en la escuela y en la vida.

Pero escuchar también significa descentralizarse, renunciar a la omnisciencia, cuestionarse. Es el punto más alto y más cansador de la educación. El Papa lo hizo con sus opciones pastorales, con su apertura a los jóvenes, a las culturas, a las diferencias. Demostró que escuchar es un acto espiritual antes que comunicativo. Es una forma de decir: «Tú importas. Necesito que entiendas el mundo». Y esto, en una escuela que a menudo se siente sola e ignorada, es un mensaje poderoso.

Una escuela que sabe escuchar es una escuela que genera libertad. Que no impone identidades, sino que las hace emerger. Quien no predica, sino dialoga. Quien no juzga, sino que acompaña. Es la escuela que necesitamos para construir una sociedad más justa, más humana, más profunda. Porque, como nos enseña Francisco, nadie educa solo. Nadie se salva solo. Nadie crece sin ser escuchado .

Una educación en la paz y la belleza

El Papa Francisco siempre ha hablado de la paz no como un concepto abstracto o un ideal a proclamar, sino como un camino cotidiano a construir. “La paz se hace, no se predica”, afirmó. Y en esta afirmación resuena toda la concreción de su planteamiento educativo. Para él, la escuela es uno de los lugares privilegiados donde se puede –y se debe– construir una cultura de paz, no mediante grandes proclamaciones, sino a través de gestos sencillos, relaciones respetuosas y cuidado de los demás.

Educar para la paz, en el pensamiento del Pontífice, significa ante todo enseñar a habitar el conflicto sin violencia. Significa ayudar a los niños y jóvenes a reconocer a los demás no como una amenaza sino como un recurso. Se trata de desarrollar una habilidad fundamental: vivir juntos en la diferencia . De aquí surge una invitación a que la escuela se convierta en un laboratorio de diálogo, un gimnasio de empatía, un lugar para practicar la palabra amable. Las prácticas de mediación escolar, gestión de conflictos, resolución de problemas relacionales, aprendizaje cooperativo , se convierten en herramientas concretas para dar forma a esta educación pacificadora.

Pero junto a la paz, Francisco nos pide educar en la belleza . Y la suya no es una belleza estética ni superficial, sino una belleza que salva, que cura, que devuelve la dignidad. “La belleza no es una opción”, afirma, “es un derecho, especialmente para los pobres”. Y por eso la escuela está llamada no sólo a enseñar arte, música, poesía, sino a vivir poéticamente , a crear espacios bellos, tiempos armoniosos, ambientes que hablen de respeto y cuidado. Un aula ordenada, un mural compartido, un poema leído al inicio del día, una melodía que acompaña un momento de reflexión: son signos de una pedagogía de la belleza que hace de la escuela un lugar donde uno quiere quedarse.

Laudato si' , la poderosa y revolucionaria encíclica de Francisco, ofrece a las escuelas todo un marco para construir caminos de educación cívica, ambiental y cultural. Aquí la belleza se entrelaza con la responsabilidad. “El cuidado de nuestra casa común” se convierte en un tema interdisciplinario que une ciencia, geografía, arte, religión y tecnología. Educar sobre la belleza de la creación significa también educar sobre la sobriedad, el equilibrio y el respeto a lo que nos rodea.

Educar en la paz y en la belleza significa también redescubrir el valor del silencio , de la contemplación y de la desaceleración. Es enseñar que no todo se mide en rendimiento, que no todo se evalúa con un número. Francisco nos recuerda que hay un tiempo para reflexionar, para observar, para agradecer. Y la escuela también puede ofrecer esto: un espacio para respirar, donde el alma no se asfixia.

Esta visión educativa es también un acto político, en el más alto sentido del término: construir ciudadanos artesanos de la paz y custodios de la belleza. Ciudadanos que saben indignarse ante una injusticia, pero también conmoverse ante una puesta de sol, un cuadro, una palabra dicha con amor.

El Papa Francisco se dirigió a la escuela con el lenguaje de la esperanza, indicando la paz y la belleza como las dos alas sobre las que puede volar la educación del futuro. No una escuela indiferente y gris, sino una escuela luminosa y acogedora. Porque, como escribe en Fratelli Tutti , “ la educación es la semilla de la paz y la belleza es su hermana ” .

Por una escuela más humana: síntesis y perspectivas

Si quisiéramos resumir el pensamiento educativo del Papa Francisco en una sola imagen, podríamos pensar en una mano extendida. No una mano que impone, ni que castiga, sino una mano que levanta, que acompaña, que consuela, que anima. Su visión de la escuela es la visión de un lugar vivo, humano y relacional, donde cada uno encuentre espacio para ser él mismo y mejorar junto a los demás.

El Papa Francisco no nos ha dado un tratado pedagógico, sino un testamento educativo hecho de palabras, gestos, lágrimas, viajes, encuentros, encíclicas y silencios. Una visión del mundo y de la escuela que pone en el centro a la persona en su totalidad, que invita a educar con el corazón y con la inteligencia, que nos pide construir comunidades educativas fundadas en la solidaridad, la escucha y la empatía.

Esta herencia no puede limitarse al mundo eclesial. Es patrimonio de la humanidad y como tal pertenece también a la escuela pública, laica y democrática. Es un regalo para cada docente, para cada directivo, para cada educador que quiera contribuir a formar ciudadanos conscientes y felices. Porque educar, en el sentido más alto y franciscano, significa sembrar futuro .

A la luz de los valores e intuiciones del Santo Pontífice, podemos hoy proponer un decálogo educativo que, a pesar de su sencillez, se convierte en una brújula para toda comunidad escolar:

1.     Poner a la persona en el centro , antes del programa y la actuación.

2.     Escuchar con empatía , antes de hablar, evaluar, corregir.

3.     Acepte la fragilidad como parte del proceso educativo.

4.     Construye relaciones , porque sin relaciones no hay aprendizaje.

5.     Enseña la paz , en palabras, en gestos, en la gestión de conflictos.

6.     Cultivar la belleza , en cada detalle: ambientes, lenguaje, materiales, rituales escolares.

7.     Cuidemos nuestra casa común haciendo una educación verde y responsable.

8.     Valora la lentitud , frente a la prisa que quema el alma y la mente.

9.     Favorecer la cooperación , por encima de cualquier forma de competencia estéril.

10. Muestre esperanza , todos los días, en cada aula, incluso cuando sea difícil.

No se trata de una simple propuesta metodológica: es una elección antropológica. El Papa Francisco nos pide poner en el centro la humanidad , educar con el amor, con la justicia, con la ternura. No temas a la bondad, a la amabilidad, a la paciencia. No olvides que cada estudiante es un milagro en progreso. Y que cada maestro puede ser una luz en su camino.

En una época marcada por la desintegración, la indiferencia y la cultura del descarte, el Papa Francisco nos deja una visión educativa profundamente contracorriente. Una escuela que se haga vientre y no juicio, que forme conciencias y no sólo competencias, que restituya sentido y no sólo conocimientos.

Cualquiera que entre al aula, con una caja de caudales bajo el brazo y un corazón abierto al encuentro, puede hoy decidir abrazar este estilo. Porque, como él decía, « educar es siempre un acto de amor. Es dar vida. Es iluminar un futuro que nos supera».

Es sembrar lo que otros cosecharán.

 

Horizonte escolar

martedì 12 marzo 2024

ESCUELA y BELLEZA


"¿Qué tiene que ver la belleza con eso?

con la escuela?

 El propósito de la vida no es la supervivencia sino la belleza.

Está claro que las cosas luchan por sobrevivir, lo sorprendente es que la lucha apunta a la belleza.

-

- por Alessandro D'Avenia

 

Hace unos días, en una pequeña plaza de Milán, me quedó claro de nuevo: las primeras flores ya brillaban en las ramas de unas magnolias, bajo una luz tranquila de invierno. No fue una anomalía. Muchos se detuvieron a admirar, embargados por ese deseo que despierta la belleza porque, siendo la belleza una vida completa, nos recuerda que estamos hechos para esto: para realizarnos en el tiempo y en el mundo que nos es dado. La belleza pregunta: ¿dónde estás con los regalos de la vida? Y si la belleza es el objetivo de la vida, también debería serlo el objetivo de la educación, que es ayudar a que la vida crezca.

¿Ocurre en el lugar designado, después de la familia, para ello: la escuela? Allí debes descubrir tu propia singularidad y luego hacerla realidad buscando en el mundo y en el tiempo lo que sirve al propósito. Sin embargo, el «Perfil XXI de los graduados» presentado el 29 de febrero por AlmaDiploma , ya analizado en estas páginas, señala que uno de cada dos jóvenes dice tener la dirección de escuela y universidad equivocada. Resultado inevitable de una orientación que está casi ausente en las escuelas secundarias inferiores y superiores. Sales de la escuela media y secundaria poseyendo habilidades, pero no tú mismo. Y sin esto no puedes ser feliz. ¿Por qué?

En un mundo donde el criterio de la felicidad es la eficiencia, lo que importa es adquirir habilidades laborales "prescindibles" lo antes posible.

Ser "gastable" significa ser "comprable", es decir, convertirnos nosotros mismos en un "recurso" para ser "agotados": esto significa recurso, y lamentablemente hemos decidido que las personas son recursos humanos.

Más bien, la felicidad depende de la profundidad de las relaciones que tenemos con el mundo y con los demás: nuestros recuerdos felices, de hecho, se refieren a lo que hemos creado con nuestras actitudes y las relaciones significativas que hemos formado. Si no sé quién soy y con quién estoy, las habilidades son sólo ropa en un maniquí.

La orientación debe servir para descubrir los propios talentos y luego hacerlos florecer en beneficio de los demás a lo largo del tiempo, gracias a los terrenos y a los jardineros elegidos porque son adecuados a esas características, como las magnolias que atraen a los transeúntes a detenerse y a los niños a jugar. Al no conocerse a sí mismos (es decir, al no ser reconocidos por quienes los educan), los niños se basan en impresiones fugaces, elecciones mayoritarias, expectativas familiares. No se puede no elegir, pero si no se tiene la energía y el coraje de una vocación, se elige lo que parece más cierto, más cómodo, más seguro, renunciando así a la propia belleza específica. Es por eso que muchos niños se encuentran en vidas que no son las suyas, con el sentimiento de culpa y ansiedad típicos de una cultura de perfección y desempeño. A diferencia de esas magnolias que hacen lo que están llamadas a hacer en el tiempo que necesitan, en medio del tráfico, corremos el riesgo de ser tragados por ese tráfico: un mundo que nos dice cómo ser y qué hacer antes de permitirnos descubrir. quiénes somos y para quién. ¿Puede una magnolia ser feliz cuando se le pide que produzca peras o que florezca en todas las estaciones? Entrará en contradicción consigo mismo , será explotado (privado de sus frutos) y se marchitará.

Con el objetivo de dar orientación en el centro escolar, este año se introdujo la figura del profesor tutor. Es un primer paso, pero una formación online de 20 horas no puede ser suficiente para el paciente trabajo educativo necesario para descubrir la singularidad de un niño. No te conviertes en jardinero en 20 horas y el hombre es más complejo que una magnolia. Hace unos días leí la entrevista al futbolista Rafa Leão , por el que tengo una simpatía futbolística muy parcial, que hablaba de su infancia en Lisboa: «el balón siempre está en mis pies en un barrio muy popular, la mayor parte sus habitantes son inmigrantes, muchos de ellos procedentes de África. No es un lugar fácil. Lo bueno era que allí había fútbol, jugaba con él desde la mañana hasta la noche. Tardes enteras en el aparcamiento del supermercado. A menudo se trataba de papeles arrugados o una lata o botella utilizada como pelota, mientras que el objetivo era un coche. Mi forma de jugar sigue siendo la misma, el fútbol callejero, hecho de fintas, tiros y astucia". Ese niño, como todo niño, tenía una vocación que le habría hecho feliz: «Dios me hizo un regalo y le estoy agradecido. Mi trabajo es jugar al fútbol, cumplí mi sueño de infancia. ¿Cómo no iba a sonreír?". Y ese niño sigue buscando la belleza y la alegría: «Me encantan las metas bonitas. El fútbol hoy es sólo estadísticas, cifras. Y no me gusta. El fútbol es magia, alegría. Me enoja que la gente sólo piense en números. No soy así. Porque la gente tiene que divertirse. Entonces yo también tengo que divertirme. Estoy a favor de la belleza." Pero sin lo que su familia y sus primeros maestros hicieron por él, ese talento se habría desperdiciado.

 Los niveles de vida hablan diferentes dialectos pero el lenguaje es el mismo: el talento del futbolista y el de las magnolias son regalos que se dan a los individuos en beneficio del mundo. Descubrí que las magnolias de esa plaza se llaman soulangeane , una especie cuyas flores blancas, rosadas y moradas florecen mientras las ramas de los demás árboles aún están desnudas. Su nombre proviene de un oficial del ejército napoleónico, Étienne Soulange -Bodin (1774-1846), quien creó el híbrido a partir de dos variedades chinas en la campaña a la que dedicó la segunda parte de su vida, convirtiéndose en un famoso botánico. Un hombre que había perdido el tiempo en campañas militares pudo volver a las campañas reales, a su vocación y a la de todo hombre: crear belleza. Hoy pensamos en una persona en formación como una máquina en la que instalar un software cada vez más actualizado y más rápido; en cambio, nos parecemos más a las plantas que, con su energía intrínseca y específica, crean, sin prisa ni demora, la belleza a la que están llamadas. Y no lo hacen en competición (competencia y competencia tienen la misma raíz y por tanto tendrán los mismos frutos: todos luchan por emerger pero sabemos que los que ya están aventajados lo lograrán), sino en colaboración (trabajando juntos: cada uno emerge por su unicidad que lo hace necesario a los demás, de los cuales él a su vez necesita).

La cooperación es para mí uno de los capítulos más interesantes de la botánica reciente,
desarrollado en los últimos años por los estudios de Suzanne Simard que ha reescrito el paradigma competitivo en la evolución de las plantas (recomiendo el TedTalk «Cómo los árboles hablan entre sí otro » de 2016 y su libro El árbol madre ): cuando el árbol de un grupo se ve amenazado o enferma, los demás ejemplares, incluso de especies diferentes, intercambian no sólo información aérea a través de hormonas difusibles sino sobre todo nutrientes a través de la inmensa red de sus raíces. Los árboles no son ante todo actores individuales que compiten por los recursos, sino un sistema colaborativo, en el que algunos árboles, por su edad, desempeñan un papel central en el nacimiento y la vida de los más jóvenes: este sistema es definido por Simard como « inteligencia del bosque ". Hasta que la escuela tenga esta inteligencia, sólo utilizará el lenguaje de la utilidad y la eficiencia (rendimiento, créditos, deudas, habilidades...) y no el de la vida (crecimiento, maduración, cooperación, vocación...) sus "brotes" serán a menudo se marchitan antes de la "madurez" en lugar de volverse hermosas como las magnolias que, incluso sobre el asfalto transitado y contaminado, nos empujan a detenernos, respirar y preguntarnos por qué y para quién estamos aquí.

 

Él pone los ojos en blanco hacia el cielo.

 

lunedì 26 giugno 2023

DESAFIOS DE LA EDUCACION: FAMILIA Y ESCUELA

 DESAFIOS DE LA EDUCACION CATOLICA EN EL MONDO CONTENPORANEO: 

ROL DE LA FAMILIA Y LA ESCUELA

Jueves 29 junio 2023 - horas 10-12 Chile

horas 16-18 Roma

link:  https://reuna.zoom.us/j/89445542740?pwd=bDl0cTRtaDJiQTRHcDk0WDVkdTJKZz09


  

venerdì 9 settembre 2022

AMERICA LATINA- EL DESARROLLO SOSTENIBLE

 

La UNESCO, UNICEF y CEPAL alertan que al ritmo actual América Latina y el Caribe no alcanzará las metas de educación planteadas por la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible

 El informe destaca que el cumplimiento de las metas educativas previstas en el ODS4 de la Agenda 2030 no estaba asegurado antes de la pandemia de la COVID-19, y mucho menos lo está ahora. Las metas no se cumplirán si no se modifica el rumbo de las políticas y de la asignación de recursos para la educación, plantearon los organismos de las Naciones Unidas.

Las dificultades económicas y los devastadores efectos de la pandemia de la COVID-19 contribuyeron a la desaceleración y el estancamiento en el avance de los logros educativos entre 2015 y 2021 respecto a las metas del ODS4 de la Agenda de Educación 2030. Así lo revela La encrucijada de la educación en América Latina y el Caribe. Informe regional de monitoreo ODS4-Educación 2030, lanzado este 8 de septiembre de 2022 en el marco del Día Internacional de la Alfabetización.

 El reporte, fruto de la colaboración entre la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO Santiago), la Oficina Regional de UNICEF para América Latina y el Caribe (UNICEF LACRO) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), identifica los desafíos que enfrenta la región y las áreas que requieren atención urgente por parte de los países para alcanzar los objetivos trazados por el ODS4. Por la riqueza y amplitud de información que contiene, este informe se constituye en un insumo regional clave para los tomadores de decisión y para la Cumbre sobre la Transformación de la Educación, convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas.

 

Comunicado de prensa completo




 

 

 

 



mercoledì 15 dicembre 2021

GOOD TEACHERS = GOOD SCHOOLS -


 La buona scuola la fanno soltanto

i buoni maestri

IT - EN - FR - ES    below



Ricevendo il premio Nobel, Giorgio Parisi ha ringraziato il proprio maestro, come altri grandi personaggi avevano fatto prima di lui.

Illustrazione di Giancarlo---- di Nuccio Ordine

Cligarsi

Il conferimento di un Nobel può essere una preziosa occasione per rendere omaggio a un maestro. Giorgio Parisi ha dedicato il suo ambito riconoscimento a Nicola Cabibbo, grande fisico che quel premio avrebbe meritato più di ogni altro studioso. E nella seconda metà del Novecento, dopo l’annuncio di Stoccolma, l’ha fatto, a modo suo, anche Albert Camus. Lo scrittore francese, infatti, invia a caldo una commovente lettera di ringraziamento al suo insegnante delle scuole elementari di Algeri, Louis Germain: «Quando mi è giunta la notizia il mio primo pensiero, dopo che per mia madre, è stato per lei. Senza di lei, senza quella mano affettuosa che lei tese a quel bambino povero che io ero, senza il suo insegnamento e il suo esempio, non ci sarebbe stato nulla di tutto questo». Parole tenere e toccanti che esprimono l’importanza fondamentale degli appassionati insegnamenti di uno sconosciuto insegnante che sarebbe rimasto tale se non avesse ricevuto quell’epistola del suo ormai celebre allievo.

Ma, nel corso dei secoli, non si contano gli omaggi che, in forme diverse, gli allievi hanno reso ai loro maestri. Sul finire dell’anno dantesco, non posso fare a meno di ricordare l’incontro con Brunetto Latini, nel XV canto dell’Inferno: «ché ’n la mente m’è fitta, e or m’accora,/ la cara e buona immagine paterna/ di voi quando nel mondo ad ora ad ora/ m’insegnavate come l’uom s’eterna». Indipendentemente dalle diverse interpretazioni, Dante riconosce comunque la figura «paterna» di colui che gli ha insegnato come, sulla terra, si acquista la «fama» con le opere e la virtù. Ma si tratta di un ossequio che non investe solo i grandi maestri. Riguarda anche quei tanti maestri anonimi che, in una capanna africana o in un’aula di una ricca città, cambiano in silenzio la vita dei loro studenti. Oggi lo stiamo dimenticando: la buona scuola l’hanno fatta e la faranno solo i buoni insegnanti. Non le piattaforme digitali o i computer. 

 Corriere della Sera 


 Good schools are only made by good teachers

 Receiving the Nobel Prize, Giorgio Parisi thanked his teacher, the same way other great figures had done before him.

 - by Nuccio Ordine Caligarsi

 The awarding of a Nobel Prize can be a precious opportunity to pay tribute to a master. Giorgio Parisi dedicated this coveted award to Nicola Cabibbo, a great physicist who deserved the prize more than any other scholar. And in the second half of the twentieth century, after the Stockholm announcement, Albert Camus also did so, in his own way. The French writer sent a moving letter of thanks to his primary school teacher in Algiers, Louis Germain: "When the news reached me, my first thought, after my mother, was for her. Without her, without that affectionate hand that she extended to that poor child that I was, without her teaching and her example, there would have been none of this". Tender and touching words that express the fundamental importance of the passionate teachings of an unknown teacher who would have remained an unknown teacher had he not received that letter from his now famous pupil.

But, over the centuries, there have been countless tributes that, in different forms, students have paid to their teachers. At the end of Dante's year, I cannot help recalling my encounter with Brunetto Latini in the fifteenth canto of the Inferno: "My heart the dear and good paternal image/Of you, when in the world from hour to hour/You taught me how a man becomes eternal". Regardless of the different interpretations, Dante nonetheless recognises the "paternal" figure of the one who taught him how one acquires "fame" by working and being virtuous. But it is a homage that does not only concern the great masters. It also concerns the many anonymous teachers who, in an African hut or a classroom in a rich city, silently change the lives of their students. Today we are forgetting: good schools have been and will be made only by good teachers. Not digital platforms or computers.

 Les bonnes écoles ne sont faites que par

les bons enseignants

 En recevant le prix Nobel, Giorgio Parisi a remercié son professeur, comme d'autres grandes figures l'avaient fait avant lui.

--par Nuccio Ordine Caligarsi

 L'attribution d'un prix Nobel peut être une occasion précieuse de rendre hommage à un maître. Giorgio Parisi a dédié son prix tant convoité à Nicola Cabibbo, un grand physicien, qui méritait ce prix plus que tout autre chercheur. Et dans la seconde moitié du vingtième siècle, après l'annonce de Stockholm, Albert Camus l'a fait aussi, à sa manière. L'écrivain français a envoyé une lettre de remerciement émouvante à son instituteur d'Alger, Louis Germain : "Lorsque la nouvelle m'est parvenue, ma première pensée, après ma mère, a été pour elle. Sans elle, sans cette main affectueuse qu'elle a tendue au pauvre enfant que j'étais, sans son enseignement et son exemple, il n'y aurait rien eu de tout cela". Des mots tendres et touchants qui expriment l'importance fondamentale des enseignements passionnés d'un professeur inconnu qui serait resté un professeur inconnu s'il n'avait pas reçu cette lettre de son élève désormais célèbre.

Mais, au fil des siècles, il y a eu d'innombrables hommages que, sous différentes formes, les étudiants ont rendus à leurs maîtres. Vers la fin de l'année de Dante, je ne peux m'empêcher de penser à ma rencontre avec Brunetto Latini dans le quinzième chant de l'Enfer : "Car dans mon esprit est épaisse, et maintenant elle m’afflige, / La chère et bonne image paternelle/ De toi quand dans le monde d'heure en heure/ Tu m'as appris comment l'homme est éternel.". Indépendamment des différentes interprétations, Dante reconnaît néanmoins la figure "paternelle" de celui qui lui a appris comment, sur terre, on acquiert la "gloire" par les œuvres et la vertu. Mais c'est un hommage qui ne concerne pas seulement les grands maîtres. Elle concerne également les nombreux enseignants anonymes qui, dans une hutte africaine ou dans une salle de classe d'une ville riche, changent en silence la vie de leurs élèves. On l'oublie aujourd'hui : les bonnes écoles n'ont été et ne seront faites que par de bons enseignants. Pas les plateformes numériques ou les ordinateurs.


 Las buenas escuelas sólo se hacen con buenos maestros

 Al recibir el Premio Nobel, Giorgio Parisi agradeció a su maestro, como lo hicieron otras grandes figuras antes que él.

 por Nuccio Ordine Caligarsi

 La concesión de un Premio Nobel puede ser una preciosa oportunidad para rendir homenaje a un maestro. Giorgio Parisi dedicó su codiciado premio a Nicola Cabibbo, un gran físico que merecía el premio más que cualquier otro académico. Y en la segunda mitad del siglo XX, tras el anuncio de Estocolmo, Albert Camus también lo hizo, a su manera. El escritor francés envió una emotiva carta de agradecimiento a su profesor de primaria en Argel, Louis Germain: "Cuando me llegó la noticia mi primer pensamiento, después de mi madre, fue para ella. Sin ella, sin esa mano afectuosa que tendió al pobre niño que fui, sin su enseñanza y su ejemplo, no habría habido nada de esto". Palabras tiernas y conmovedoras que expresan la importancia fundamental de las apasionadas enseñanzas de un maestro desconocido que habría seguido siendo un maestro desconocido si no hubiera recibido esa carta de su ahora famoso alumno.

Pero, a lo largo de los siglos, han sido innumerables los homenajes que, de diferentes formas, los alumnos han rendido a sus maestros. Al final del año de Dante, no puedo evitar recordar mi encuentro con Brunetto Latini en el canto decimoquinto del Infierno: "ché 'n la mente m'è fitta, e ora m'accora,/ la cara e buona immagine paterna/ di voi quando nel mondo ad ora ad ora/ m'insegnavate come l'uom s'eterna". Independientemente de las diferentes interpretaciones, Dante reconoce, sin embargo, la figura "paterna" de quien le enseñó cómo, en la tierra, se adquiere "fama" a través de las obras y la virtud. Pero se trata de un homenaje que no sólo concierne a los grandes maestros. También se refiere a los numerosos profesores anónimos que, en una choza africana o en un aula de una ciudad rica, cambian silenciosamente la vida de sus alumnos. Hoy nos olvidamos: las buenas escuelas han sido y serán hechas sólo por buenos maestros. Ni plataformas digitales ni ordenadores.