Durante 
más de medio siglo, la comunidad internacional de naciones ha reconocido que la 
educación es un derecho humano fundamental. En el año 2000, acordó los Objetivos 
de Desarrollo del Milenio, en los que se señala la educación como un medio 
indispensable para que las personas desarrollen su capacidad, y convirtió en una 
prioridad la terminación de un ciclo completo de enseñanza primaria. 
Pese a la 
importancia fundamental de la educación en los tratados, los pactos y los 
acuerdos, la comunidad internacional todavía ha de reconocer todas las 
posibilidades
de la educación como 
catalizador del desarrollo. Aunque, desde el año 2000, muchos gobiernos 
nacionales han aumentado su grado de compromiso con la educación y el apoyo que 
le prestan, entre los donantes y en muchos países ese compromiso continúa 
viéndose afectado por los cambios en las condiciones imperantes, sean estas 
financieras o de otra índole. La inversión en educación ha disminuido y va a la 
zaga de otros sectores del desarrollo. 
En los 
próximos meses, la comunidad internacional establecerá un espacio en el que 
reconsiderar sus compromisos y obligaciones respecto de los jóvenes y los 
marginados del mundo, cuyas voces a menudo no son escuchadas. Es imprescindible 
que todas las partes interesadas, trabajando conjuntamente, se comprometan de 
nuevo a aprovechar el poder transformador de la educación. 
Puede 
verse un paso importante en esta dirección en el documento final del Grupo de 
Trabajo Abierto sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (publicado 
en julio de 2014), en el que se reitera que la educación no es solo un n en sí 
misma, sino también un medio para la consecución de una amplia agenda mundial 
para el desarrollo. 
 


 
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