giovedì 10 maggio 2018

CUIDADO DEL PLANETA Y ECO-ESPIRITUALIDAD


José María Vigil - Panamá

Las «obras de misericordia» tradicionales que el catecismo nos enseñaba a los católicos eran 14,–¿recuerdan?–, 7 corporales y 7 espirituales. Las corporales eran: «dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar al enfermo, socorrer a los presos y enterrar a los muertos». Ninguna de ellas (tampoco de las espirituales, cf. google) se refiere a la ecología: la naturaleza, las plantas, los animales, el agua, el aire... no son objetos de misericordia, según la visión tradicional. Sólo el ser humano sería un sujeto digno de misericordia.
Es importante notarlo: en la visión cristiana tradicional, el amor cristiano (la virtud central) es ciego
ante la naturaleza; ésta, como que no existe, o como que no cuenta. El amor, los sentimientos, la relación espiritual... sólo se concibe entre los humanos y con Dios. Todo lo demás... es escenario. Las plantas, las montañas, los animales, el agua, el aire... son «cosas», no tienen alma ni sensibilidad, no pueden inspirar misericordia... ni amor ni espiritualidad. Así, la vida cristiana, el cristianismo tradicional, pudo ser vivido de espaldas a la naturaleza, totalmente al margen del amor y el cuidado del planeta.
Antes del Concilio Vaticano II, el paradigma cristiano por excelencia era la «salvación del alma», para ir al cielo tras la muerte. Lo importante era «vivir en gracia de Dios» para que la muerte nos sorprendiera en ese estado, y con ello salvar el alma. Por eso, «el mundo» era considerado como el primer «enemigo del alma». Y decir que una persona era «mundana», o «amante del mundo», no era decir nada bueno de ella, cristianamente hablando. Del mundo, cuanto .......


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