El teólogo
jesuita Pablo Mora invita a cuestionarnos sobre el papel de la
educación en el territorio amazónico: “La educación siempre ha jugado un
rol central en la misión de la Iglesia. ¿Necesita también ella de
nuevos caminos en la región amazónica? Y una vez encontrados, ¿cómo y
con quién recorrerlos?”
Pablo Mora
En esta primera parte, la reflexión del P. Mora tiene como punto de
partida “la mentalidad de las poblaciones migrantes de la Amazonía y la
de los pueblos aborígenes de esta región. Esto es importante porque la
educación puede transformar una mentalidad, una forma de pensar y de
situarse ante sí mismo, ante los demás y el ambiente natural que lo
rodea. En este sentido, la Laudato Si y la propuesta de la ecología integral, ofrece a la Iglesia un horizonte de nuevos caminos en su labor educativa”.
En la segunda parte, el autor retoma, a partir de un proyecto
educativo con Fe y Alegría en la región panamazónica, los desafíos
concretos para una educación intercultural, bilingüe y de cuidado con el
ambiente natural en los centros de educación primaria y secundaria. A
partir de los resultados de esta experiencia, menciona algunas pistas
que iluminan la posibilidad de una configuración de un proyecto
educativo eclesial más amplio, poniendo en consideración el rol y la
importancia decisiva que tiene la vida consagrada en la educación de los
pueblos de la Panamazonía.
La ciudad y la mirada distorsionada del bosque
Actualmente el 75 u 80 por ciento de la población total de la
Amazonía, que suma aproximada-mente 34 millones, vive en las ciudades.
Las hay grandes, medianas y pequeñas y ya se han vuelto parte del
paisaje amazónico. La migración a esta región sigue siendo cada vez más
nutrida y fluida por diversos motivos: el empleo ofrecido por empresas
extractivas, nacionales o extranjeras, alentadas por acuerdos con el
gobierno; la colonización del territorio desde regiones vecinas abriendo
negocios y demandando y ofreciendo servicios de salud, educación,
alimentación, comunicación, entretenimiento, etc. La Amazonía se ha
convertido en un poderoso imán que atrae migrantes de otras culturas y
costumbres, ofreciéndoles una vida de nuevas oportunidades o ganancias y
un futuro promisorio.
¿Cuál es la mentalidad que traen estos nuevos huéspedes de la
Amazonía? Es una mentalidad que apoya tácita o explícitamente un modelo
extractivista de los recursos naturales donde el bosque es considerado
sólo un bien económico. Además, es una mentalidad neo colonizadora que
todavía ve a los pueblos originarios con los prejuicios de un imaginario
colectivo que ha nacido con los primeros colonizadores y que se ha
alimentado y sostenido con los medios de comunicación. Todavía son
vistos como enemigos de la civilización y considerados como “salvajes”
(Instrumentum laboris 4), personas a los que hay que temer y con los que
hay que enfrentarse y luchar (especialmente si poseen tierras muy
codiciadas); otros muestran una actitud paternalista llamándolos
“indiecitos”, y los consideran personas dependientes que necesitan de
nuestra ayuda. Otros, todavía, los consideran ociosos sin preguntarse
siquiera lo que ellos consideran “productivo”. Y no faltan tampoco
aquellos que idealizan a los pueblos originales, pensándolos como
miembros de una sociedad ideal que, en realidad, jamás existió y jamás
existirá, porque los concibe sin las propias limitaciones e
imperfecciones de todo grupo humano.
La pesadilla de las ciudades
Pero los sueños de bienestar, seguridad y riqueza de los migrantes en
las ciudades amazónicas pueden convertirse pronto en una pesadilla. Los
problemas que se generan en las ciudades de la Amazonía, por una parte,
son similares a las que existen en otras ciudades no amazónicas, es
decir sufren del “centralismo”, que sólo beneficia la capital y las
ciudades más importantes del país.
Consecuentemente, los pueblos amazónicos como en otras regiones,
sufren la negligencia del gobierno y sus autoridades, y no son
satisfechas sus necesidades de servicios básicos de salud y de
educación. Pero a estos problemas se añaden otros de la propia región
amazónica, como son la contaminación tóxica que vienen de las grandes
plantaciones aledañas y también de los ríos por el mercurio, afectando
la pesca y la alimentación de la población; la gran pobreza y
desnutrición infantil, la trata de personas promovida por la explotación
de minerales, las enfermedades tropicales, etc. A esto se agrega el
problema de seguridad en un territorio más difícil de controlar y donde
mejor se esconden los grupos armados o terroristas, o dedicados al
cultivo de suministros y tráfico de droga. Esto es mucho más visible en
las zonas fronterizas de los países amazónicos.
Por otra parte, los pueblos indígenas también se hacen presente en
las periferias o cinturones de las ciudades donde se asientan, pero en
condiciones económicas mucho más difíciles comparadas al resto de la
población. Cuando viven sin el apoyo del grupo indígena de referencia
que intenta recrear sus modos culturales en las ciudades, pasan a formar
parte de los “indígenas invisibles” que ocultan su identidad cultural
(Il 132).
Por consiguiente, para la mayoría de la población en las ciudades y
poblados grandes de la Amazonía es difícil ver esa faceta positiva de un
modelo económico de desarrollo basado en el capital, consumo y avance
tecnológico. Sólo se experimenta las sombras oscuras de este modelo. Las
desventajas son grandes y los perjuicios incalculables para la región,
especialmente para los pueblos originales y los bosques que los rodean.
Se busca maquillar un modelo tecnocrático que está llevando a la ruina a
esta región, arrastrando con su paso un pulmón de la humanidad; todavía
es un modelo extraño, porque no busca adaptarse a la Amazonía, sino que
busca que la Amazonía se adapte a él tentándola a un suicidio
ecológico.
Los Pueblos originarios y la dificultad del “Buen vivir” (“Sumaq kawsay”)
Los pueblos originarios que han habitado esta región desde hace mucho
tiempo y antes que los migrantes de este siglo, nos enseñan con su
sabiduría ancestral que existe otra forma de ubicarse en el contexto de
la Amazonía. El bosque para el indígena, varón y mujer, es parte de
ellos: el bosque es la vida; el bosque es la casa y el templo; el bosque
les sustenta, les da techo, los baña, los viste, los cura de sus
enfermedades, etc.
Para el indígena amazónico no existe esa diferencia y distancia
“objetiva” y asimétrica entre el hombre y el bosque que le rodea; entre
seres considerados vivos y seres considerados inertes. El indígena
amazónico se ubica en el bosque, rodeado todo de vida y en el que, con
una mirada horizontal, se integra a los otros seres como una totalidad y
es capaz de contribuir a la armonía o desarmonía de esta realidad.
Esta forma de entender la vida en sus diversos elementos y
dimensiones interconectadas, en esta búsqueda de armonía de relaciones
entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida comunitaria y la
cultura, Dios y las diversas fuerzas espirituales es lo que ayuda a
comprender la sabiduría ancestral del “Buen vivir” (Il 12-13).
Ahora bien, en una región amazónica asaltada por un sistema
tecnocrático y capitalista y que ya ha establecido puentes con los
pueblos indígenas y ribereños más lejanos, esta cosmovisión del “Buen
vivir” está debilitada. Los misioneros y aquellos que han tenido
oportunidad de haber visitado pueblos ribereños e indígenas lejanos
saben de la dificultad que tienen estas poblaciones para hacer frente a
una mentalidad pragmática, individualista, que se va extendiendo por los
ríos y que cuando es acogida sin discernimiento, perjudica el bien
común. Algunas comunidades indígenas ya alquilan sus tierras o las
riberas de sus comunidades a los colonos volviéndose en muchos casos sus
cómplices e imitando al final aquellas prácticas contra las cuales
primero han luchado.
Pero nos equivocamos si generalizamos y pensamos que ellos ya tienen
una mentalidad como la nuestra. Los pueblos indígenas continúan siendo
los mejores cuidadores de la naturaleza en la Amazonía (Amazonía Viva Informe 2016,
pp. 69 y 84 ). Lo que sí es notorio es que hay síntomas de un deterioro
de una sabiduría ancestral que está en gran peligro de desmoronarse,
pero que todavía resiste en grandes bolsones de la Amazonía y por eso es
urgente empoderarla.
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