Pope Francis: “Jesus gives us a valuable teaching. Even though he rejoices on seeing his disciples’ happiness due to the wonders of their preaching, he does not spend time giving them compliments or asking questions. Rather, he is concerned about their physical and interior tiredness. And why does he do this? Because he wants to make them aware of a danger that is always lurking there for us too: the danger to be caught up in the frenzy of doing things, to fall into the trap of activism where what is most important are the results that we obtain and the feeling of being absolute protagonists. How many times this happens in the Church: we are busy, we run around, we think that everything depends on us and, in the end, we risk neglecting Jesus and we always make ourselves the centre. This is why He invites His disciples to rest a bit with Him on their own. It is not only physical rest, but also rest for the heart. For it is not enough to “unplug” ourselves, we need to truly rest. And how do we do this? To do so, we must return to the heart of things: to stop, to remain in silence, to pray so as not to go from the frenzy of work to the frenzy of times of relaxation. Jesus did not neglect the needs of the crowd, but each day, before anything else, he would withdraw in prayer, in silence, in intimacy with the Father. His tender invitation – rest a while – should accompany us. Let us beware, brothers and sisters, of efficiency, let us put a halt to the frantic running around dictated by our agendas. Let us learn how to take a break, to turn off the mobile phone, to contemplate nature, to regenerate ourselves in dialogue with God.
Nonetheless, the Gospel tells us that Jesus and his
disciples could not rest as they had wished. The people find them and flock to
them from all sides. At which point, he is moved with compassion. This is the
second aspect: compassion, which is God’s style. God’s style is to
draw near, compassion and tenderness. How many times we find this phrase in the
Gospel, in the Bible: “He had compassion on them”. Touched, Jesus dedicates
himself to the people and begins to teach again (cf. vv. 33-34). This seems to
be a contradiction, but in reality, it is not. In fact, only a heart that does
not allow itself to be taken over by hastiness is capable of being moved; that
is, of not allowing itself to be caught up in itself and by things to do, and
is aware of others, of their wounds, their needs. Compassion is born
from contemplation. If we learn to truly rest, we become capable of true
compassion; if we cultivate a contemplative outlook, we will carry out our
activities without that rapacious attitude of those who want to possess and
consume everything; if we stay in touch with the Lord and do not anesthetise
the deepest part of ourselves, the things to do will not have the power to
cause us to get winded or devour us. We need – listen to this – we need an “ecology
of the heart”, that is made up of rest, contemplation and compassion. Let
us take advantage of the summertime for this! It will help us
quite a bit”.
Papa Francisco “Jesús
nos da una valiosa enseñanza. A pesar de que se alegra de ver a sus discípulos
contentos por los prodigios de su predicación, no se alarga en felicitaciones y
preguntas, sino que se preocupa de su cansancio físico e interior. ¿Y por qué
hace esto? Porque quiere ponerles en guardia contra un peligro que está siempre
al acecho, también para nosotros: el peligro de dejarse llevar por el frenesí
del hacer, de caer en la trampa del activismo, en el que lo más importante son
los resultados que obtenemos y el sentirnos protagonistas absolutos. Cuántas
veces sucede también en la Iglesia: estamos atareados, vamos deprisa, pensamos
que todo depende de nosotros y, al final, corremos el riesgo de descuidar a
Jesús y ponernos siempre nosotros en el centro. Por eso Él invita a los suyos a
reposar un poco en otro lugar, con Él. No se trata solo de descanso físico,
sino también de descanso del corazón. Porque no basta “desconectar”, es
necesario descansar de verdad. ¿Y esto cómo se hace? Para hacerlo, es
preciso regresar al corazón de las cosas: detenerse, estar en
silencio, rezar, para no pasar de las prisas del trabajo a las de las
vacaciones. Jesús no se sustraía a las necesidades de la multitud, pero cada
día, antes que nada, se retiraba en oración, en silencio, en la intimidad con
el Padre. Su tierna invitación -descansad un poco- debería acompañarnos:
guardémonos, hermanos y hermanas, del eficientismo, paremos la carrera
frenética que dicta nuestras agendas. Aprendamos a detenernos, a apagar el
teléfono móvil, a contemplar la naturaleza, a regenerarnos en el diálogo con
Dios.
Sin embargo, el
Evangelio narra que Jesús y los discípulos no pueden descansar como querían. La
gente los encuentra y acude desde todas partes. Entonces el Señor se compadece.
He aquí el segundo aspecto: la compasión, que es el estilo de Dios.
El estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Cuántas veces, en el
Evangelio, en la Biblia, encontramos esta frase: “Tuvo compasión”.
Conmovido, Jesús se
dedica a la gente y comienza a enseñar (cfr. vv. 33-34). Parece una
contradicción, pero en realidad no lo es. De hecho, solo el corazón que no se
deja secuestrar por la prisa es capaz de conmoverse, es decir, de no dejarse
llevar por sí mismo y por las cosas que tiene que hacer, y de darse cuenta de
los demás, de sus heridas, de sus necesidades. La compasión nace de la
contemplación. Si aprendemos a descansar de verdad, nos hacemos capaces de
compasión verdadera; si cultivamos una mirada contemplativa, llevaremos
adelante nuestras actividades sin la actitud rapaz de quien quiere poseer y
consumir todo; si nos mantenemos en contacto con el Señor y no anestesiamos la
parte más profunda de nuestro ser, las cosas que hemos de hacer no tendrán el
poder de dejarnos sin aliento y devorarnos. Necesitamos -escuchad esto-,
necesitamos una “ecología del corazón” compuesta de descanso,
contemplación y compasión. ¡Aprovechemos
el tiempo estivo para ello! Nos ayuda mucho”
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