QUERIDA AMAZONIA
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL PUEBLO DE DIOS Y A
TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD
1. La querida
Amazonia se muestra ante el mundo con todo su esplendor, su drama, su misterio.
Dios nos regaló la gracia de tenerla especialmente presente en el Sínodo que
tuvo lugar en Roma entre el 6 y el 27 de octubre, y que concluyó con un texto
titulado Amazonia: nuevos caminos
para la Iglesia y para una ecología integral.
El sentido de esta Exhortación
2. Escuché las
intervenciones durante el Sínodo y leí con interés las aportaciones de los
círculos menores. Con esta Exhortación quiero expresar las resonancias que ha
provocado en mí este camino de diálogo y discernimiento. No desarrollaré aquí
todas las cuestiones abundantemente expuestas en el Documento conclusivo. No
pretendo ni reemplazarlo ni repetirlo. Sólo deseo aportar un breve marco de
reflexión que encarne en la realidad amazónica una síntesis de
algunas grandes preocupaciones que ya expresé en mis documentos anteriores y
que ayude y oriente a una armoniosa, creativa y fructífera recepción de todo el
camino sinodal.
3. Al mismo
tiempo quiero presentar oficialmente ese Documento, que nos ofrece las
conclusiones del Sínodo, en el cual han colaborado tantas personas que conocen
mejor que yo y que la Curia romana la problemática de la Amazonia, porque viven
en ella, la sufren y la aman con pasión. He preferido no citar ese Documento en
esta Exhortación, porque invito a leerlo íntegramente.
4. Dios quiera
que toda la Iglesia se deje enriquecer e interpelar por ese trabajo, que los
pastores, consagrados, consagradas y fieles laicos de la Amazonia se empeñen en
su aplicación, y que pueda inspirar de algún modo a todas las personas de buena
voluntad.
Sueños para la
Amazonia
5. La Amazonia
es una totalidad plurinacional interconectada, un gran bioma compartido por
nueve países: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam,
Venezuela y Guayana Francesa. No obstante, dirijo esta Exhortación a todo el
mundo. Por un lado, lo hago para ayudar a despertar el afecto y la preocupación
por esta tierra que es también “nuestra” e invitarles a admirarla y a
reconocerla como un misterio sagrado; por otro lado, porque la atención de la
Iglesia a las problemáticas de este lugar nos obliga a retomar brevemente
algunas cuestiones que no deberíamos olvidar y que pueden inspirar a otras
regiones de la tierra frente a sus propios desafíos...
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